sábado, 6 de agosto de 2016

Casa del Almirante





La casa del Almirante es una casa-palacio de Cádiz, España, producto del comercio indiano de la ciudad, situada en la plazuela de San Martín, fue mandada construir a finales del siglo XVII por la familia del almirante de la Flota de Indias, Diego de Barrios. Del exterior destaca la magnífica portada de mármoles de Génova, salida del taller de los Andreoli y montada por el maestro García Narváez. El patio columnado, la escalera bajo cúpula elíptica y el salón del piso principal dan aún muestras de su nobleza.

Se trata de una casa-palacio de estilo barroco. En la grandiosa fachada, modificada por el hijo del constructor, Ignacio de Barrios, sobresale la portada de mármoles rojos y blancos, con dos cuerpos: el inferior con cuatro columnas pareadas de orden toscano y el superior con un balcón enmarcado por columnas salomónicas y frontón curvo con el escudo familiar, además de otros adornos propios del estilo. En la parte superior dos torres miradores con pilastras rematan el conjunto.

En su interior son dignos de mención: el salón principal, de planta irregular con el escudo familiar pintado en el techo y el patio, de arcos apuntados sobre columnas toscanas; una cúpula elíptica sobre pechinas cubre la escalera.

En 2008 comenzaron las obras para acondicionarlo como hotel de gran lujo.

Descripción

El inmueble presenta forma irregular y un alzado de cuatro plantas. Su disposición interior está centrada por un patio en torno al cual se distribuyen las diferentes dependencias. La zona baja destinada para almacén, la segunda o entreplanta a oficinas, a continuación la planta noble que habitan los propietarios y la cuarta utilizada para vivienda del servicio.

Zaguán y patio

Se accede al interior del inmueble a través de un amplio zaguán que comunica directamente con el patio. Este se encuentra descentrado hacia su lado derecho respecto a la entrada, tiene planta rectangular y está formado, en dos de sus lados, por galerías que descansan en dos arcos de medio punto sobre columnas de capitel toscano y cimacio superior, ambos realizados en mármol rojizo importado de Génova. Los arcos están decorados con molduras geométricas y ménsulas en la clave con motivos vegetales. El tercer frente del patio presenta la misma arquería pero adosada al muro, en el que se abren dos vanos adintelados cubiertos de reja. El cuarto lado que conforma al patio se corresponde con un muro de medianera en el cual se abren balconadas a la altura de la primera planta. Sobre estas arcadas que conforman los tres lados del patio, se levanta una amplia y moldurada cornisa sobre la que se eleva la fachada de la planta noble del edificio.

Esta presenta en cada frente dos vanos adintelados o balcones, enmarcados con molduras planas rectangulares y ménsulas en la clave. Entre los citados vanos se adosan al muro pilastras que conectan con otra cornisa superior sobre la cual se levanta un pretil que delimita una azotea, compuesto de pilares que alternan con antepecho de hierro. El cuarto piso se encuentra retranqueado respecto a los anteriores, en sus muros se abren vanos adintelados, asimétricos y de diferentes medidas.

En un lateral del patio se ubican dos brocales de pozo, ambos realizados en mármol blanco. Cada uno de ellos presenta planta ochavada [1], cuatro de sus ocho paños se decoran con relieves de mascarones que alternan con otros cuatro con el paramento liso.

Escalera

El acceso a la planta principal se realiza a través de una escalera monumental, de tipo conventual que parte de la galería que conforma al patio en su costado izquierdo. Se resuelve en una caja rectangular cubierta con bóveda ovalada sobre pechinas, decorada con gallones de yeserías que convergen en un florón central, asimismo, las pechinas muestran cartelas y decoración vegetal. La escalera se compone de dos tramos, con peldaños de mármol y baranda de madera de caoba torneada. Bajo el primer tramo se dispone una estructura abovedada centrada por una columnilla de mármol.

Estancias

Las distintas dependencias conservan su estructura original, cubiertas con sencillas techumbres de viguerías de madera, salvo la estancia que se abre paralela a la fachada principal, en la planta noble, que se cubre con techo raso de yeso en cuyo centro aparece, pintado al fresco, el escudo de armas de la familia, rodeado de cintas y motivos vegetales. Fachadas exteriores

En el exterior el inmueble presenta tres fachadas. La fachada principal se abre a la plaza de San Martín, los muros del primer y segundo cuerpo y los ángulos del tercero están realizados con piedra ostionera [2]. El resto de la fachada se encuentra actualmente enfoscada y pintada de color almagra. Consta de un alzado de cuatro plantas separadas mediante cornisa, salvo las dos primeras que están englobadas en una sola. La tercera planta que se corresponde con la zona noble es de altura superior a las del resto del edificio.

La fachada está ordenada mediante un eje de simetría centrada por la portada. Todos los vanos son rectangulares, los de la planta baja de acceso y los restantes en forma de balcones cubiertos con antepecho de hierro. La cuarta planta presenta dichos vanos con ménsulas en la clave y flanqueados por pilastras pareadas de orden toscano, cuyos fustes se decoran con esgrafiados imitando fábrica de ladrillos. Sobre este último cuerpo, en los extremos de la fachada, se elevan dos torres-miradores, sus plantas rectangulares repiten la misma disposición de la cuarta planta. Portada principal

La portada destaca por su monumentalidad. Está realizada en mármoles rojizos de diferentes tonalidades importados de Génova. Consta de dos cuerpos, el primero ocupa la zona central de las dos primeras plantas del edificio. Se compone de un vano adintelado, con marco moldurado, flanqueado en sus laterales por sendas columnas pareadas de orden toscano, sobre altos pedestales y un cuerpo central troncocónico decorado con incrustaciones, sobre los que descansa el voladizo del balcón superior del segundo cuerpo, dispuesto con antepecho de balaustres de mármol blanco.

La zona superior de la portada se dispone en torno a un vano central, adintelado, con marco moldurado, flanqueado con columnas salomónicas y sendas pilastras terminadas en roleos [4]. En la zona superior remata un frontón curvo partido, en cuyo tímpano alberga el escudo de armas de la familia. Termina la portada una decoración compuesta de motivos vegetales y flameros. Protección

Declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento, publicado en el BOJA 87/2005, de 6 de mayo de 2005.

                                                                                                                                                                                                                                            josemanuelpbrana@gmail.com

                                                                                                                                         


miércoles, 8 de junio de 2016

Casa de las Cuatro Torres






La casa de las Cuatro Torres está situada en el corazón del barrio de San Carlos de la ciudad de Cádiz (España). Es, en realidad, un conjunto armónico formado por cuatro casas. Juan Clat Fragela, comerciante sirio establecido en la ciudad, fue el promotor de este edificio, levantado entre 1736 y 1745. Consciente de la singularidad de su proyecto, Fragela renunció a parte del solar que poseía para dejar un espacio libre ante la construcción y lograr así una mejor visión del conjunto.
 

Descripción

El edificio sigue el esquema característico de las casas de cargadores a Indias y conserva muchos rasgos significativos del barroco gaditano del siglo XVIII, circunstancia que llamó la atención de Eugène Delacroix durante su estancia en la ciudad, como testimonia el apunte que realizó de su fachada.

El diseño arquitectónico tiene la singularidad de ofrecer una torre en cada una de las cuatro esquinas. Estas torres forman, sin lugar a dudas, el conjunto más logrado y de mayor monumentalidad de todas las torres realizadas en Cádiz. Las cuatro casas se levantan a partir de una planta rectangular dividida en cuatro solares, con fachadas de idénticas características, de tal modo que, aunque se trate de cuatro casas independientes, se ofrecen como un conjunto unitario de cara al espectador. El conjunto es de gran sobriedad a excepción de la decoración a base de pilastras pareadas, con superposición de órdenes en cada uno de sus cuerpos, que se corresponden con el de las torres.

Sobre los ángulos se levantan cuatro esbeltas torres miradores. Tipológicamente, forman parte del grupo de torres de garita, al ser este último elemento el que sirve para dar salida a la escalera que sube a la terraza de la torre, además de ser observatorio, desde donde se ve el horizonte, ya que la escalera de caracol por donde se accede a la terraza se prolonga por el interior de la garita y termina en un sillín, donde el dueño, a través de unos pequeños óculos, introducía el telescopio.

Los motivos arquitectónico-decorativos que atan a las torres con las cornisas y las divisorias de las fincas son de gran belleza, con dibujos de lacería en almagra roja, que se repite en otro elemento de la construcción.

Cada una de las casas se organiza en torno a un patio, al que se abre una escalera por medio de una triple arcada sustentada por columnas de mármol.

La Casa de las Cuatro Torres está declarada Monumento, en virtud al Decreto 1004/1976 de 2 de abril.

 


domingo, 13 de marzo de 2016

Casa Aramburu



En los siglos XVIII y XIX existieron en Cádiz una serie de pequeñas bancas dedicadas a financiar el floreciente comercio local con América. Una de ellas, la Banca Aramburu sobrevivió hasta mediados del siglo XX. Parece ser que los últimos representantes de la familia Aramburu, propietaria de la entidad, (los hermanos Maria Luisa, Micaela y Álvaro) vivieron primero en el palacio de la gaditana calle Veedor, 3, antes de mudarse al edificio situado en Plaza de San Antonio 1, última sede de la Banca. Esta casa palacio de bella presencia es de propiedad privada, de estilo ecléctico-historicista (según google), tiene añadidos modernistas en su fachada, además de otros elementos que la hacen distinta a las demás casas señoriales de Cádiz. Nosotros tuvimos la oportunidad de conocer su interior –parcialmente- el fin de semana grande del Bicentenario, con motivo de su apertura al público para mostrar la exposición Cádiz-Preview.


En 1947 el Banco de Bilbao adquirió varias entidades financieras, entre ellas la Banca Aramburu Hermanos de Cádiz, con sede en este edificio de Plaza de San Antonio, 1. La casa tiene cuatro plantas. Su portada es adintelada y ocupa las plantas baja y entresuelo, con un balcón principal. La planta superior se remata con una galería de arcos de medio punto sobre pilares, recubierta en fachada con azulejos azules y amarillos y con balaustrada. Su fachada da también a un callejón lateral. Fue construida en el siglo XVIII y renovada a principios del XX por el arquitecto Juan Cabrera Latorre. Cuenta con una espectacular escalinata en curva.

El Museo de Cádiz (Plaza de Mina) entre sus muchas obras alberga un bello retrato de Micaela Aramburu (1895-1982), pintado por Zuloaga en París en el año 1928, ciudad a la que acudió la joven para ser inmortalizada por el artista. El cuadro fue cedido al Museo hace algunos años tras su muerte. Mi tía Manoli dice recordar a Micaela Aramburu –durante la guerra civil- muy alta, vestida de enfermera, visitando en sus casas a los heridos llegados del frente.


Con motivo de la celebración del Bicentenario de la promulgación de la Constitución de Cádiz, durante los días 17 al 19 de marzo, la casa Aramburu ha abierto sus puertas al público para el Encuentro de Jornadas Culturales Contemporáneas “Cádiz Preview”. El evento es una iniciativa del colectivo Sinmurallas, que pretende mostrar la obra de jóvenes creadores y artistas gaditanos.
Muebles, cerámica, ropa, bolsos, esculturas, fotografías, chocolate (Pancracio), cuadros y algas marinas, entre otros productos, se expusieron al público en las habitaciones de las plantas segunda y tercera de la bella Casa Aramburu, incluyendo una de las cocinas de la casa. En la planta baja, entrando a la izquierda, el salón existente se adaptó para música y actuaciones en directo dedicadas a la fiesta de San Patricio. Las colas fueron constantes durante los días que duró la muestra. Fue una grata sorpresa poder entrar en la casa que más contribuye a la belleza de la Plaza de San Antonio.





domingo, 7 de febrero de 2016

Real Fabrica de Tabacos de Cádiz





La Real Fábrica de Tabacos de Cádiz fue creada en 1741 por Felipe V y al cabo de los años se trasladó a otros enclaves. El que se conserva como edificio histórico de fábrica de tabacos de Cádiz es un gran inmueble de estilo neomudéjar que se construye en 1829 en la calle Plocia, rotulado como de Fábrica Nacional de Tabacos de Cádiz. A finales del siglo XX la fabricación de tabaco se traslada a una nave en las afueras de la ciudad, siendo remodelado este edificio para su uso como palacio de Congresos.

Historia
 
La Real Fábrica de Tabacos de Cádiz fue creada en 1741 por Felipe V, si bien es evidente que previamente, a finales del siglo XVII, ya existía actividad industrial tabaquera en Cádiz. En aquellos años su manufactura se desarrollaba en un caserón situado frente a la extinta Puerta de Sevilla, donde más tarde se construiría el edificio de la Aduana. Trabajaban unas 180 operarias que a finales de siglo eran ya 550. Este hecho singular vincula la producción de tabaco con el trabajo exclusivamente femenino. La razón no era otra que los salarios claramente inferiores que percibían las mujeres. La importancia de la factoría gaditana no sólo se debe al hecho de que fuera la pionera en la elaboración de cigarros, sino que:

(…) la manufactura gaditana cubría un importante papel para el destino de nuestra industria tabaquera. De un lado, se presentaba como modelo para todos los centros que iniciaban entonces sus andaduras. Alicante recibió de ella un inspector de labores y varias maestras encargadas del aprendizaje de las nuevas operarias. La Coruña se estableció según el modelo existente en la manufactura gaditana, e incluso Sevilla, al implantarse su establecimiento de mujeres, también recibió dos maestras y media docena de cigarreras, que ilustraron a las recién incorporadas aprendizas hispalenses.

                               José Manuel Rodríguez Godillo, La Fábrica de Cádiz, esa gran desconocida

 La Fábrica de Tabacos dieciochesca hay que enmarcarla, pues, en el desarrollo industrial, técnico y científico que propició la Ilustración en España. Al incremento de población derivada de la importante actividad económica, acompañaba el aumento y mejora de las edificaciones de la ciudad y de la calidad de vida, dotándola de centros educativos y culturales como el Colegio de Medicina y Cirugía (1748), el primero de tal clase que se funda en España; la creación del Observatorio

Astronómico en el Castillo de Guardiamarinas (1751), que posteriormente, en 1793, sería trasladado a San Fernando; Escuelas de Dibujo aritmético y geometría, etc. Los promotores de estas actuaciones eran verdaderos prototipos del espíritu de la Ilustración, como el Marqués de la Ensenada, Jorge Juan de Santacilia y, sobre todo, el Conde de O’Reilly.[1]

Después del primitivo enclave se utilizó como sede un edificio en la calle Rosario, frente al nº 69. Posteriormente, en 1829, se traslada al edificio que albergaba hasta entonces la Alhóndiga, edificio que era de propiedad municipal.[2] Su situación es de privilegio, ya que ocupa un lugar muy cercano al puerto de la ciudad, y a la entrada terrestre del istmo, protegida por las murallas. Precisamente allí, a escasos metros, se construiría la estación de ferrocarril que uniría Cádiz con Sevilla en 1861. El enlace entre las fábricas de ambas ciudades estaba por una rápida vía terrestre, y los productos elaborados en Cádiz podrían llegar a los núcleos de población más importantes de España y a las nuevas factorías tabaqueras abiertas ya en nuestro territorio: Alicante, La Palloza (en La Coruña), Madrid, Valencia, etc. Sin embargo, las guerras civiles que asolaron España durante el siglo XIX, así como la pérdida de nuestra escuadra y de la inmensa mayoría de las colonias americanas, supusieron un duro golpe para la actividad industrial al que no fue ajena la fábrica gaditana.

Esa primitiva fábrica se cerró en 1870 por orden del Ministro de Hacienda, Laureano Figuerola. Se restableció por R. O. de 17 de junio de 1871, al parecer por influencia del Ayuntamiento ante el Regente Presidente del Consejo de Ministros, Francisco Serrano, que había nacido en la Bahía de Cádiz. En esta reinauguración tuvo que ser por cuenta del Ayuntamiento de Cádiz la instalación de las maquinarias y la obra del edificio, obras de reforma que comenzaron en 1872. El Ayuntamiento cedió el edificio al Estado bajo la condición de que lo tenga mientras exista la Fábrica en Cádiz.


La Fábrica llevó una vida tranquila, hasta que en enero de 1881 y por iniciativa nuevamente del Ayuntamiento, se le da un nuevo impulso, entablándose conversaciones con la Hacienda Pública para ampliar la plantilla de obreras. El Estado acepta a cambio de que los gastos de adaptación y ampliación vuelvan a correr a costa del municipio, convenio que se firma en septiembre de 1881. Las obras costaron 734.211,69 ptas. y Hacienda acepta emplear a un total de 1958 operarias/os, más 1621 que ya existen en la plantilla, siendo finalizados los trabajos en 1885. Estas obras dieron el aspecto que tiene actualmente y que cambiaron todo el antiguo edificio excepto la zona de bóvedas. El proyecto se debe a Federico Gil de los Reyes y el resultado del proyecto fue un macizo y llamativo edificio de ladrillo visto, cerámica vidriada en cubiertas y algún detalle a mitad de camino entre las fábricas inglesas y la evocación tradicionalista. La nueva fábrica se inauguró el 27 de junio de 1887. Entre 1895 y 1897 se construyó el almacén anexo que completó la imagen que actualmente luce el edificio que alberga el Palacio de Congresos.

El Estado actúa con despreocupación, cosa poco inusual en un organismo público en la época del caciquismo político. La Hacienda Pública cede toda la gestión a la Compañía Arrendataria, la cual se muestra morosa en el cumplimiento del convenio pactado, quedando tan solo 1000 operarios, incluyendo a los mozos. También incumple el contrato moral contraído con el Ayuntamiento, por el que se comprometía a conservar al menos un 75% de la plantilla, de la mano de obra pactada con Hacienda antes de la sesión. De 2987 operarias/os que tenía que haber sólo tienen contratadas 1130 personas, un número inferior de cigarreras que las que trabajaban antes de que el Municipio hiciera el oneroso desembolso altruista para dar puestos de trabajo a la clase obrera de la ciudad. El Ayuntamiento recurre al Gobierno el 7 de noviembre de 1890, con el apoyo de más de cuatro mil firmas de vecinos de la ciudad. La respuesta fue la implantación de una maquinaria moderna para hacer cigarrillos, que recorta todavía más la plantilla de cigarreras, sin importarle para nada el daño que se hace (según consta en Cabildo de 2 de julio de 1904).

Fue una fábrica moderna, la mejor de su tiempo, con capacidad para más de dos mil trabajadoras. A finales del siglo XX, tras dejar de cumplir sus funciones fabriles, al trasladar la actividad tabaquera a una nave a la entrada de Cádiz, el edificio fue remodelado para adaptarlo a Palacio de Congresos.

El edificio
  
El edificio al que se trasladó la Fábrica de Tabacos en 1829 estaba situado en la calle Plocia. Se trata de una construcción de estilo neomudéjar, algo muy común en la arquitectura civil de la época: estaciones, mercados, plazas de toros, etc. Sus tres pisos de altura se alzan sobre una planta irregular, formando una manzana exenta. Llama la atención por el ladrillo visto, la cerámica vidriada en cubiertas y algún detalle a mitad de camino entre las fábricas inglesas y la evocación tradicionalista.

La fachada principal, de ladrillo visto, deja ver unas líneas bien estudiadas y de gran efecto que, junto al almacén, forman un conjunto que revela el carácter industrial del inmueble. El frontón de la entrada principal, con una placa de mármol, el nombre de «Fábrica de Tabacos» y que está rematado con el escudo de Cádiz, es de menor altura que el resto del edificio, al que divide en dos cuerpos simétricos. Éstos se unen al fondo del vestíbulo, donde se levanta la gran fachada sobre la que se proyecta el frontón. Ésta es más severa, si bien su elegancia viene marcada por la corrección de sus líneas. La fachada es sobria, en cuanto a decoración. Se encuentra otra placa con los años de renovación por la ciudad de Cádiz en 1883 y 1884. Debajo está el primer reloj eléctrico de la ciudad, que fue visitado a su paso por la ciudad por Thomas Alva Edison. Sobre la puerta principal se conserva el escudo barroco de la primitiva fábrica, realizado en mármol blanco en 1741.

La fachada del almacén nuevo, de dibujo diferente, también es de ladrillo fino descubierto, y en ella destaca la proporcionalidad racionalista, muy apropiada para el uso industrial al que en un principio estuvo destinado.

En el interior se observan interesantes elementos estructurales y decorativos de hierro fundido propios de la época. Sobresale el patio principal, cubierto por una gran montera de fundición acristalada. Decora las dependencias un conjunto de pinturas realizadas por artistas contemporáneos gaditanos.

En 1905, el ingeniero Antonio Muncunill hacía la siguiente descripción del edificio:





La Fábrica de Tabaco consta de planta baja, piso principal y segundo. Una parte está cubierta con azoteas y otra con teja plana vidriada, apoyada sobre un armazón de hierro formado por cuchillos sistema inglés, con sus correspondientes correas y cabrios. La puerta principal de entrada al establecimiento la cierra una elegante, sólida y bien construida cancela de hierro; a derecha e izquierda del zaguán y frente una de otra se encuentran dos pequeñas habitaciones, destinadas la primera a la portera mayor y la segunda a retretes para empleados. Está cubierto por una esbelta bóveda de cañón el mencionado zaguán, el cual comunica con el patio del vestíbulo mediante una segunda cancela de cristales. Este patio es de forma rectangular, de 12,05 metros de longitud por 4,40 metros de ancho y cubierto por una elegante montera  curva de cristales, de ligero armazón de hierro, y sirve de paso para las oficinas del Jefe, Intervención y Caja. A continuación del mismo y frente a la puerta principal, desembocan a derecha e izquierda dos escaleras de mármol, que dan comunicación con los talleres de los pisos superiores y azoteas. Sigue luego el patio central, de forma rectangular también, de 24,24 por 15,80 metros, cubierto de cristales apoyados sobre una esbelta armadura curva de  hierro. Está rodeado este patio en los pisos principal y segundo por amplias y hermosas galerías de hierro, con pavimento de baldosa de cristal, las que sirven de paso para los diferentes servicios del establecimiento, las cuales apoyan sobre elegante y ligeros pares de columnas de fundición.

                                                                                                                           Antonio Muncunil


La Fábrica de Tabacos fue el centro fabril más importante del casco antiguo. Su alta chimenea de ladrillo, la peculiar sirena y el deambular de las cigarreras llenaron de vida a la ciudad hasta hace pocos años. El desplazamiento de esta actividad fuera del centro histórico suscitó protestas ciudadanas.

El entorno

Contigua a la antigua Fábrica de Tabacos se abre la plaza de Sevilla, amplio espacio creado tras el derribo de las murallas. En su entorno se levanta la antigua Estación de Ferrocarril, diseñada en 1890 por Agustín S. de Jubera, armonioso edificio de arquitectura de hierro y ladrillo visto con elementos eclécticos. Ante su fachada principal se construyó, en 1950, la nueva sede de la Aduana, cuyo diseño responde a la estética oficial del régimen franquista, evocando las formas clásicas. Su estructura busca armonizar con el edificio de la antigua Aduana, situada en el otro extremo del puerto, dotando así de un cierre simétrico a este espacio urbano. Ante él se sitúa el monumento a Segismundo Moret, levantado en 1906 por Agustín Querol y Subirats.

 
 




miércoles, 6 de enero de 2016

Palacio de los Marqueses de Recaño





La casa palacio de los Marqueses de Recaño se sitúa en el número 10 de la calle Marqués del Real Tesoro de la ciudad de Cádiz (España). Actualmente es sede del Conservatorio Manuel de Falla.

Este palacio es una muestra de la arquitectura palaciega de mediados del siglo XVIII, continuando con la tradición de la casa-palacio gaditana, a la que se incluye la torre mirador como elemento definidor desde los siglos XVII al XIX. Artísticamente presenta las características propias de un barroco clasicista en la fachada y patio, a la vez que permanecen elementos del barroco tradicional como son el uso de pinjantes decorativos y las ménsulas repisas de los balcones, así como en la decoración interior con yeserías de distinta composición.

Historia

El antiguo palacio de los Marqueses de Recaño fue levantado hacia 1730 en la zona más elevada del casco histórico de Cádiz. Sigue el esquema habitual de las casas de cargadores a Indias, que en esta ocasión se adapta a los gustos del barroco dieciochesco, caracterizado fundamentlamente por el afán de verticalidad. El elemento más singular del conjunto es la torre-mirador, que al ser la más alta de la ciudad se convirtió en 1778 en vigía oficial del puerto gaditano, tomando su nombre del primer vigilante, Antonio Tavira.

El 30 de agosto de 1787 se trasladó al edificio la Escuela Gratuita de Dibujo, Aritmética y Geometría, realizándose las reformas necesarias. Allí permaneció la Escuela de Nobles Artes de Cádiz hasta 1838. En 1857 se inaugura en la casa la Escuela Normal de Magisterio y posteriormente es adquirido el edificio por las Hermanas de la Caridad para la apertura del Colegio de Jesús, María y José.

En esta casa-palacio tuvo su primera sede el Tribunal Supremo en 1812, de donde se trasladó a Madrid.

En la actualidad el inmueble pertenece al Ayuntamiento. Sufrió una remodelación por parte de los arquitectos A. Cabrera y O. Rodríguez, mediante la introducción de nuevos elementos arquitectónicos bien enlazados con los antiguos, para servir de sede al Conservatorio Manuel de Falla.

Descripción

La casa-palacio forma parte de una manzana de mayor extensión, organizándose en torno al inmueble el viario y creándose frente a su fachada principal un espacio urbano de mayor amplitud a modo de reducida plaza, que contribuye a resaltar la nobleza del edificio.

El inmueble tiene planta rectangular y presenta el esquema tipológico propio de las casas-palacio gaditanas. Su interior se estructura alrededor de un patio central con galerías en torno a las cuales se desarrollan las dependencias. Se compone de cinco plantas dispuestas con la organización funcional característica de la casa comercial de la burguesía gaditana: planta baja, entresuelo como oficinas, planta noble de residencia del propietario y una última, de menores proporciones, que usualmente habitaba la servidumbre. En este caso se ha añadido otra planta más que no se refleja en la fachada.

Patio

El patio se compone de ocho columnas toscanas de mármol, sobre pedestales con decoración serliana[1] de cabezas de clavo, en las que apoyan vanos de medio punto cuya rosca se encuentra decorada con molduras, ménsulas en la clave y motivos vegetales. Sobre el conjunto se dispone un friso con metopas, capiteles colgantes, pinjantes y entablamento superior con mútulos.[2] Este entablamento da paso al segundo piso en el que cada uno de sus frentes presenta pilastras jónicas que alternan con vanos adintelados, cubiertos con antepecho de hierro y enmarcados por molduras cuya clave va señalada con racimos de frutas. Una línea de cornisa da paso al pequeño friso sobre el que se asienta un entablamento decorado con mútulos. El conjunto decorativo de los dos cuerpos está pintado en color blanco y destaca del color rojizo del paramento.

Sobre esta segunda planta se levanta un antepecho compuesto de pequeños pilares que dan lugar al tercer piso. Tanto éste como el piso superior se encuentran retranqueados respecto al patio.




En el centro del patio se ubica una columna toscana sobre pedestal, de carácter votivo, en cuya zona superior muestra la imagen de Nuestra Señora del Rosario realizada en mármol.

En el lado izquierdo del patio, respecto a la entrada, se abre la escalera principal. Tiene una portada de acceso compuesta de un vano adintelado moldurado y flanqueado por pilastras jónicas. En la zona superior una pequeña cornisa da paso a un frontón partido compuesto de volutas y mútulos en cuyo centro muestra un escudo con corona superior.

Escalera

La escalera se compone de tres tramos delimitado el último con antepecho de balaustres de mármol. El primer tramo está cubierto con dos bóvedas de crucería decoradas con yeserías. Muestran en la clave un florón y en los plementos[3] motivos de flores circundados con roleos, hojarascas y frutos, todos de gran carnosidad.

Asimismo, la cubierta de la caja de escalera se cubre con bóveda de arista. Su decoración se organiza en torno a una gran macolla central dispuesta en la clave, hacia donde converge la decoración que cubre los plementos , compuesta de una láurea central con motivos frutales, rodeados de profusa decoración de volutas, acantos y racimos de frutos que alternan con cabezas de angelotes dispuestos en los cuatro arranques de la bóveda.

Acceso al interior

El acceso desde el zaguán al interior del inmueble está cubierto con una cancela de hierro. Consta de un vano adintelado cubierto con puerta de balaustres y roleos en la zona inferior, flanqueado por tres bandas fijas rectangulares decoradas con labor de candelabro. Está coronado con medio punto superior, compuesto también con decoración de un candelabro en el centro del que parten roleos de formas vegetales que cubren la luz del arco.

Fachadas

El inmueble presenta al exterior tres fachadas con alzado de cuatro cuerpos separados por cornisas. La fachada principal se ubica en la calle Marqués del Real Tesoro y se organiza en torno a la gran portada como eje axial. El primer cuerpo presenta el paramento labrado en piedra ostionera vista, se articula a través de la portada a cuyos lados se abren pequeños balcones correspondientes al entresuelo y una pequeña puerta situada en el ángulo izquierdo de la zona baja que da acceso a la torre. En los dos cuerpos superiores se abren balcones apoyados sobre repisas y dispuestos simétricamente respecto a la portada, siendo el último cuerpo de menor altura que los anteriores. Termina la fachada con un amplio friso articulado con pequeñas pilastras y coronado por una cornisa de mayor vuelo que las inferiores.

Las otras dos fachadas se abren una a la calle Sacramento y la otra a la calle Javier de Burgos. Tienen menor importancia ornamental.

Portada





La portada principal está construida en mármol blanco. Se estructura mediante un vano adintelado con ángulos rebajados, flanqueado por dos columnas toscanas con el tercio inferior del fuste acanalado, sobre altos pedestales cuyos frentes presentan cabezas de clavo. El vano de acceso se encuentra enmarcado por un baquetón y moldura, la cual se extiende formando sobre el dintel una decoración a modo de frontón curvo partido y volutas en cuyo interior aparece una cartela circular sin labrar y decoración a base de motivos vegetales, racimos y rocalla. De la clave del citado frontón arranca una ménsula a modo de repisa que junto con el entablamento situado sobre las columnas, dan paso al balcón cuyo vano coronado con un frontón triangular y cubierto con antepecho de hierro cierra la composición de la portada.

Torre

En el ángulo derecho de la fachada principal se eleva la esbelta torre-mirador. Para más detalles, ver el artículo Torre Tavira

Protección

Declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía número 77/2005, de fecha 21 de abril de 2005.