lunes, 29 de septiembre de 2014

La Plaza de Abastos



Nací en 1837, gracias al arquitecto Juan Daura. Tengo bajo mis pies las silenciosas ruinas de las factorías de salazones romanas y restos de un pasadizo del antiguo convento de los Descalzos, que desamortizó Mendizábal. Mi planta es rectangular, con magníficas columnas dóricas de 4 metros de altura. En mi construcción, se siguieron los planos de Torcuato Benjumeda (arquitecto de la Catedral nueva de Cádiz). Para los gaditanos soy “la plaza".
 
En mi origen, yo era un recinto porticado con 72 puestos, y un amplio espacio central interior, que solía dedicarse además como servicio para carga y descargas de carros y mercancías, a fiestas y espectáculos, hasta que en 1928 Juan de Talavera construyó el pabellón central para albergar los puestos de pescado. Estas instalaciones han desaparecido tras mi rehabilitación finalizada en octubre de 2009. Creo que he ganado en belleza y espacio.



La plaza porticada de abastos sin las posteriores construcciones interiores. las mercancías se exponían, además de en los puestos, en el suelo. Hoy el mercado ha sido profundamente renovado, conservando la pureza de lo antiguo y añadiendo una moderna e higiénica estructura central para el pescado, el género motor del mercado según los asenstistas de los puestos.

Con las excavaciones de las obras –de casi tres años de duración- aparecieron 17 esqueletos enterrados en fosa común, asociados al primitivo convento de los franciscanos existente en el solar. También apareció el tambor de una columna que podría ser romana, si bien esto no se ha confirmado. Lo que sí es cierto es que los restos del viejo embarcadero de Puerto Chico impidieron dotarme de aparcamientos subterráneos, como hubiera sido deseable en un mercado del siglo XXI, que es lo que intento ser.

Terminada la rehabilitación, cuento con 57 puestos de frutas y verduras, 54 de pescados y mariscos, 44 de carne y recova, 7 de ultramarinos, 4 de pan y pastelería, 1 de aceitunas, 1 de bolsas y papel, y 1 de artículos de pesca (imprescindible en Cádiz). Además, tengo una cafetería situada en la primera planta de mi edificio. Sobre el frontal superior de cada puesto, figura el nombre comercial de cada minorista como marcas diferenciadoras, referencias de la antroponimia mercantil gaditana.

Mi nueva apariencia me ha convertido en un edificio abierto, que me proporciona más luminosidad y funcionalidad, de tal modo que desde mi interior pueden contemplarse viviendas y torres miradores cercanas, que realzan mi integración en el entorno.

Mi historia está unida inseparablemente a la de Cádiz. He vivido su decadencia económica y comercial, varias monarquías, dictaduras, la guerra civil, la posguerra con su escasez y racionamiento y el renacer de los buenos tiempos del pleno empleo en la ciudad, a mediados del siglo pasado. He recibido la visita de los habitantes de las poblaciones cercanas, convirtiéndome en la referencia del buen pescado para la bahía. Y sobre todo, he vivido de cerca mil historias de penas, alegrías, estrecheces, deudas, picaresca, fidelidades y mucha soledad. Hoy me siento ninguneado por los grandes centros comerciales.



Una vez rejuvenecida mi piedra ostionera y resanadas mis paredes, sigo estando orgulloso de ofrecer con dignidad los mejores productos de la provincia de Cádiz, de las manos de los más sabios vendedores, los mejores profesionales, que continúan desarrollando la actividad de varias generaciones como detallistas míos; de hecho a muchos de ellos los he visto nacer. Pero hoy, solo quiero estar a la altura de un mercado del siglo XXI, uniendo cultura (que lo soy), tradición y calidad, al servicio de los gaditanos.

Y de mi popularidad da fe el tanguillo interpretado por el coro de Los Anticuarios en 1905, cantando a una anterior remodelación.



“A  la Plaza de Abastos de esta gran población/ Piensa el ayuntamiento hacerle una renovación./ Van a hacer una montera de cristales de colores/, Un terno de raso verde a todos los vendedores/. Al suelo ponerle alfombras y a cada sacador/ Un sombrero de tres picos, su levita y su bastón./ A los carniceros y recoveros van a vestirlos de terciopelo/ Y a los que ponen los batillos los vestirán de carne membrillo. / A los que frien los churros para que estén elegantes / Calzones cortos de seda, sombrero de copa y guantes./ Y al cobrador de la renta le pondremos un pararrayos / Y unos zapatos de orillo porque le duelen mucho los callos”. (Texto: Charo Barrios).

lunes, 4 de agosto de 2014

El Cádiz de los Cargadores de Indias



Los cargadores de Indias eran prósperos comerciantes que ejercían su actividad comercial con las Américas en los siglo XVII y XVIII, eran españoles o extranjeros, pero se caracterizaban por unos gustos estéticos similares.

La ciudad de Cádiz sigue conservando la huella de estos comerciantes, y 17 puntos de gran interés histórico-turístico permiten al visitante adentrarse en aquellos años donde el Puerto de Cádiz era un referente para el tráfico de mercancías de las indias.

Comenzamos nuestro paseo en la calle de Santo Domingo para llegar al Santuario de Nuestra Señora del Rosario, también llamada iglesia de Santo Domingo, construida por los Dominicos para servir de alojamiento a estos frailes que iban o volvían de América.



Tomamos la calle Sopranis hacia el centro y llegamos a la Plaza de la Merced, a la puerta del Centro Municipal de Arte Flamenco, donde hay una escultura en bronce de Chano Lobato, un cantaor de flamenco que nació en el gaditano Barrio de Santa María en 1927.

Pasamos por la ya conocida plaza de San Juan de Dios donde se encuentra el Ayuntamiento un edificio de estilo Neoclásico e Isabelino, que refleja el esplendor que tuvo Cádiz en su comercio con las indias.

La Casa del Almirante es una casa-palacio de un cargador a Indias. Se construyó a finales del siglo XVII y pertenecía a la familia del almirante de la flota de Indias Don Diego de Barrios que no reparó en gastos: los mejores mármoles, columnas salomónicas.

Llegamos a la Catedral Nueva que se eleva sobre la altura de las casas. Comenzaron las obras en 1722, cuando Cádiz tenía un importante comercio con las Américas. Hay que subir a la Torre de Poniente desde donde se ve toda la ciudad.

Desde la Torre de Poniente, en la misma Plaza de la Catedral, vemos la Iglesia de Santiago. En el año 1564, la Compañía de Jesús creó aquí un Colegio. En 1596, Cádiz sufrió el asalto y saqueo por las tropas anglo-holandesas y el Colegio tuvo que reedificarse. Hoy, sólo queda la iglesia. Subimos por la calle de la Compañía hasta la Plaza de las Flores, un lugar muy concurrido de Cádiz, se vende flores, obvio, pero también hay mucho comercio, churrerías donde desayunar, lugares para tapear, freidurías donde tomar el pescaito frito, está el Mercado de Abastos, el edificio de Coreos... un lugar muy vivo. Al ladito, el mercado. Siempre es muy interesante ver el mercado de una ciudad para conocerla un poco mejor y este mercado desde luego es un lujo. pasear por esos puestos con esa riqueza de frutas, verduras, pescados... tan abierto y tan alegre.

Subimos por la calle Hospital de Mujeres hasta encontrar... eso, el Hospital de Mujeres. En 1598, sólo había un hospital en Cádiz, tenía 20 camas y sólo 2 de ellas destinadas para mujeres. Al ser un sitio tan frecuentado por el comercio con las indias, se vio la necesidad de crear más camas para mujeres pues éstas acababan muriendo por los portales. Se empezó a construir en 1634 lo que se llamó Hospitalito de Mujeres, pero el actual fue levantado entre 1736 y 1749.

La Torre Tavira pertenece a una de esas casa-palacio típicas de cargadores de Indias, el Palacio de los Marqueses de Casa Recaño. Es una torre mirador del siglo XVIII y tiene una cámara oscura que, mediante espejos que dirigen la luz, se ve toda la ciudad de Cádiz alrededor de la Torre. Un "entretenimiento" ciertamente muy curioso.

La calle Ancha era de las más importantes de Cádiz en el siglo XVIII, y como su nombre indica, era la más ancha. Desemboca en la Plaza de San Antonio. Aquí se han concentrado numerosos palacios, y arquitectura singular, como la Casa de los 5 Gremios, que tiene un balcón apoyado sobre cabezas de león, neoclásica del siglo XIX.

Tiene en el centro una estatua del famoso general Espoz y Mina, de ahí el nombre de Plaza de la Mina. En esta misma plaza está el Museo de Cádiz. Cuando el 1887 se encontró el famoso sarcófago antropoide fenicio inmediatamente se creó un Museo Arqueológico para custodiarlo. Luego se unió con el de Bellas Artes pasando a llamarse desde entonces Museo de Cádiz. En el Museo de Cádiz hay una planta dedicada a los títeres de la Tía Norica otra parte de la historia de la ciudad con sueños de niñez que llena de magia los recuerdos de muchos.

Vamos hacia la Plaza de San Francisco, alegre y animada, desde la que salen calles que conducen hacia todos los lugares del Cádiz viejo.

lunes, 30 de junio de 2014

La Maqueta de Cádiz




La maqueta de la ciudad de Cádiz tiene su origen en el hecho de cuando el Rey Carlos III dispuso que se hicieran las maquetas de las ciudades importantes y fortificaciones que tenían, con el fin de poder tener una reproducción plástica de todas las plazas fuertes de su reino, todo ello desde el punto de vista estrictamente militar, pero sin olvidar, naturalmente, la población que defendían dichas fortalezas.

El teniente coronel de Infantería Alfonso Jiménez, ayudado por algunos ebanistas gaditanos, realizó la maqueta de la capital gaditana entre julio de 1777 y marzo de 1779. Dicha maqueta ocupa una superficie de 12'52 x 6'92 m dividida en cuatro bloques, con un total de 333 piezas independientes. Se usaron diversos materiales: pino de Flandes recubierto de cedro tallado para las olas; ácana y caoba para las casas; ébano para las ventanas y balcones; marfil para los edificios más señalados. Al encontrarse por aquel entonces en construcción la catedral de Cádiz, su aspecto corresponde al proyecto inicial de Vicente Acero, más grandioso que el de su estado actual.

La base documental usada por los maquetistas fue un plano de Cádiz firmado por Ignacio Sala en 1749. Cedida al ayuntamiento, sufrió varios avatares (traslados, incendio en 1835) siendo restaurada entre 1950 y 1962 por Manuel Pena López. Actualmente se encuentra en el Museo de las Cortes de Cádiz, donde aún impresiona al que la observa por su tamaño y riqueza. Es una pieza clave para conocer el urbanismo del Cádiz dieciochesco.



Se comenzó por la de la Plaza de Cádiz, única ciudad de nuestra nación que logró tenerla, ya que en España solamente existe otra parcial de Madrid, realizada por León Gil del Palacio, hacia el año 1830.

Construcción

Siendo gobernador militar y político de Cádiz, don Nicolás Buccareli, en el mes de julio de 1777, se comenzó la maqueta por el teniente coronel de Infantería e ingeniero, don Alfonso Ximénez, el que se valió para ello, principalmente, de un plano de Cádiz debido a Ignacio Sala y fechado en 1749, que se conserva en el Archivo Municipal de nuestra ciudad.

Sobre los pormenores de su construcción, figura a su frente una placa con una inscripción en castellano antiguo:

PLAZA DE CADIZ AVIENDO DISPUESTO S.M. EL REY N.S. DON CARLOS III a consulta del EXmo. SrCONDE DE RICLA Capn Gl de los R'extos Grâ de España de prima Classe, y su Secretario de estado y del despacho de Guerra: se hiciesse una coleccion Genl de Vajos Relieves de todas las Ptas de sus Reys para que existiesen en la Corte: elijió para esta construccion a Dn. Alfonso ximenez Teniente Coxl de Ynfa y su Yngeniero Oxdinº; el q dió pxincipio ala Citada obxa porla Plaza de Cadiz q xepresta este Modelo y xetxato pox si solo sin Deliniads Ayudantes ni otxa cosa mas q el matexial ausilio de ebanistas españoles paxa q le preparasen y acoplasen las madexas: cuya obra emp.º en el mes de Julio de 1777 y acabó en Maxzo de 1779:


La maqueta de la ciudad de Cádiz tiene unas dimensiones de 12,52 metros de largo por 6,92 metros de ancho y está formada por cuatro trozos perfectamente acoplables. Está construida en maderas finas y consta de trescientas treinta y tres piezas agrupadas en trescientos cinco bloques y en ella está fielmente reproducida a escala toda la ciudad de Cádiz, figurando en la misma sus edificios notables y marcándose con toda exactitud las direcciones de las calles, estructura de las manzanas de casas, plazas y demás lugares de la población.

La base está construida en tableros de pino de Flandes, recubierta de cedro tallado, formando así las olas. La parte que corresponde al mar y las calles están formadas en madera de acana y caoba. Las ventanas y balcones son todos de ébano.

La catedral, que mide unos veinte centímetros de alto, está construida en su mayor parte de marfil, al igual que todos los edificios notables. Como quiera que cuando se hizo la maqueta la Catedral estaba entonces en construcción, su constructor se valió para ello de unos planos debidos a Ignacio Sala, fechados en 1749, que se conservan en el Archivo Municipal de Cádiz. De ahí que la catedral aparezca en este plano en relieve, conforme al proyecto que se tenía para su construcción, en los primeros años de iniciación de las obras.

Contraste entre el Cádiz de la maqueta y el actual


El plano en relieve refleja fielmente en sus menores detalles el aspecto que presentaba la ciudad en la segunda mitad del siglo XVIII. De aquella época a la actual numerosas circunstancias y hechos han ido transformando la fisonomía de la población, adaptándola a las necesidades y exigencias de la vida actual. Sus edificios se han ido ampliando notablemente para poder albergar a su cada vez más crecido número de habitantes y, por el contrario, sus viejos castillos y baluartes, al ir perdiendo gran parte de su capacidad defensiva, han ido quedando como recuerdos vivos de todo un símbolo de su glorioso pasado. Resulta, pues, interesante comprobar a la vista de la maqueta, aquellas construcciones que figuran en la misma y que al no existeir en la actualidad, pasaron a la evocación y al recuerdo.



Tampoco figuran en este plano en relieve las plazas de la Merced, Libertad, Candelaria y Mina, por haberse construido en fechas posteriores a aquella época, así como el barrio de San Carlos, por idéntico motivo.

Exhibida en varias exposiciones

A comienzos del pasado siglo, la maqueta estuvo expuesta en el centro de la Sala de Cortes del Palacio del Buen Retiro y, posteriormente, fue donada al Ayuntamiento de Cádiz. A partir de entonces esta joya sufrió una serie de vicisitudes realmente lamentables. Hacia el año 1835 sus piezas fueron depositadas en una de las habitaciones del piso alto del Municipio, en donde por efectos de un incendio que se declaró en dicho edificio, una pequeña parte de la misma resultó destruida.

A mediados del siglo XIX la maqueta fue trasladada para su conservación a un local situado en el Paseo de las Delicias, número 5, que era un edificio de mampostería de una sola planta y cubierto de azotea, que se encontraba junto a un almacén de maderas que tenía un aserradero movido a brazo.



Algunos años después, el Municipio ordenó construir una caseta de madera y lienzo para exhibirla en la Exposición Marítima Internacional, que se instaló en el lugar que actualmente ocupan los Astilleros, en donde estuvo expuesta desde el 15 de agosto de 1887 hasta el 30 de octubre del mismo año.

Una vez desarmados el plano y la caseta y, por no encontrar el Ayuntamiento un lugar más adecuado para ello, fueron trasladados al mismo local del Paseo de las Delicias, 5, donde antes se encontraban.

La Corporación Municipal que rigió los destinos de la ciudad en el año 1903 debió estimar que el lugar donde se guardaba la maqueta ofrecía pocas seguridades para la misma, en caso de un posible incendio, y creyó que lo más conveniente era asegurarla contra ese riesgo. El citado seguro contra incendio se formalizó con la Compañía de Seguros "Phoenix Assurance Company", cuyas oficinas centrales se encontraban establecidas en Málaga. Dicha póliza se suscribió por un período de tiempo de 10 años, a contar desde el 2 de noviembre de 1903 al 27 de noviembre de 1913, y entre las diversas cláusulas de dicho contrato, figuraban las siguientes:



  • "Quince mil pesetas sobre un plano de la ciudad de Cádiz, en relieve, de tres por siete metros, labrado en maderas finas y marfil, en el año 1777 y sus caballetes y soportes, mediante el pago de quince pesetas de prima anual..."
  • "Cinco mil pesetas sobre una caseta de madera y lienzo, destinada a exhibir el plano dicho, pediante el pago de cinco pesetas de prima anual..."

Sobre el importe de las primas anuales citadas, el Municipio obtuvo "una rebaja del veinte por ciento que concedía la Compañía a las propiedades públicas...", haciéndose igualmente constar en dicho documento, que los indicados objetos "se encontraban desarmados y almacenados en un local situado en el Paseo de las Delicias, 5"

También fueron exhibidas algunas piezas de la maqueta, en la Exposición Internacional de Artesanía, que se celebró en Madrid, en el año 1963.



 Al inagurarse en el mes de octubre de 1912 el Museo Iconográfico de las Cortes de Cádiz (hoy Museo de las Cortes de Cádiz), por orden del alcalde, la maqueta fue trasladada a dicho centro, pudiendo decirse que su instalación se hizo de una forma muy poco acertada, ya que  fue depositada en una sala insuficiente del piso tercero, para lo cual hubieron de cortársele algunos trozos que fueron arrinconados y almacenados en una de las dependencias de dicho centro.

Al tener que clausurarse dicho Museo, en el año 1943 para realizar obras en el mismo, como quiera que la maqueta se encontraba bastante deteriorada, se acordó en esta fecha por el alcalde la restauración de la misma, si bien por diversas circunstancias, los referidos trabajos no pudieron comenzarse hasta el mes de diciembre de 1950.

La difícil y complicada tarea de dicha restauración le fue encomendada al oficial de carpintería de Obras Municipales y maestro de Taller de carpintería de la Escuela de Bellas Artes don Manuel Pena López, quien, en honor a la verdad, puede decirse que realizó dicho difícil cometido de una forma admirable. Dicha restauración puede decirse que se llevó a cabo en dos períodos o etapas de tiempo diferentes, con un intervalo entre uno y otro, de diez años:

  • En la primera etapa se restauraron casi todas las casitas y, según declaró el señor Pena López, los trabajos de más envergadura que tuvo que realizar fueron varios, tales como el Gobierno Militar, las Puertas de Tierra y la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, pero, sobre todo, la Catedral, ya que estaba casi destruida, faltándole infinidad de piezas, entre las que figuraban cornisas, campanas, imágenes, aparte de las torres y algunas cosas más, por lo que tuvo que hacer fotografías y dibujos de las mismas para poderla reconstruir.
  • En la segunda etapa, el mapa y algunos bloques de edificios.


Terminadas las obras del Museo, al abrirse al público dicho edificio, la maqueta, tras su completa restauración, quedó debidamente instalada en una amplia habitación del piso primero, la que anteriormente sirvió de salón de sesiones a la Academia Hispanoamericana, en donde el plano en relieve de la ciudad de Cádiz se ofrece hoy al visitante con toda su belleza y esplendor.

La arquitectura militar en la maqueta

Las fortificaciones medievales y de los siglos XVII y XVIII están fielmente representadas en la maqueta. Destaca, de entre las mandadas levantar por el rey Alfonso X el Sabio, el Castillo de la Villa, hoy totalmente desaparecido y que según las fuentes, fue construido aprovechando los sillares de antiguos monumentos romanos, tales como el Circo y el Teatro.


El Castillo de la Villa, en su reproducción, es importante por ser el único antecedente de la primitiva Academia de Guardias Marinas y Observatorio Astronómico de Jorge Juan, origen de la Escuela Naval y Observatorio Astronómico actuales.

De la antigua muralla de la ciudad medieval se reproducen la Puerta del Mar, hoy Arco del Pópulo; la Puerta de Tierra, hay Arco de los Blanco, además del Arco de la Rosa.

Pero es en las reproducciones de las fortificaciones de los siglos XVII y XVIII donde encontramos un estudio exacto de las defensas gaditanas de la época de inestimable valor, pues son las únicas reproducciones de bulto que existen para estudio de eruditos y recreo de aficionados.

Todo el recinto amurallado: el frente de tierra, la muralla del Vendaval, 'La Caleta, campo de Santa Catalina, San Carlos y Los Negros, junto con los Castillos de San Sebastián y Santa Catalina, cierran la ciudad.

De particular interés es la reproducción de la Muralla Real y sus defensas abaluartadas, según el sistema Vauban.


Como curiosidad pueden observarse las contraminas que defendían el Glacis de Puerta de Tierra, conocidas vulgarmente como las Cuevas de Mariamoco. Por un ingenioso sistema se levantan varias piezas que dejan al descubierto estas contraminas, de las que todavía quedan extensos vestigios.



El Castillo de Santa Catalina, concebido en principio como Ciudadela de la ciudad, está fielmente reproducido. Algunos elementos de la fortificación carolina ya desaparecidos pueden estudiarse en la maqueta. Así el Bonete, a espaldas del Hotel Atlántico, la antigua Punta de la Cruz, hoy de San Felipe, así como todo el lienzo de uralla que iba desde San Carlos hasta las Cuesta de las Calesas.

Las demolidas puertas de San Carlos, de Sevilla y del Mar, que bien pudieron haberse conservado como monumentos exentos, sólo pueden admirarse ya en la maqueta y en algunas viejas fotografías de finales del XIX y principios del XX.

Los cuarteles de San Roque y Santa Elena, así como los antiguos polvorines, todos ellos demolidos, están, sin embargo, a nuestra vista en la maqueta.

El otrora edificio del Gobierno Militar, construido como residencia para los ingenieros, es una de las piezas que pueden desmontarse para ver su distribución interior.


La casi milagrosa conservación de la maqueta es un regalo inapreciable de la fortuna para los gaditanos que hoy pueden conocer cómo era Cádiz en el siglo XVIII, época de su esplendor tanto mercantil como urbanístico.
En el aspecto de la fortificación y arquitectura militar es un ejemplar único pues, si bien se conservan muchos planos y croquis parciales, la maqueta es la única reproducción exacta y formal de conjunto que hoy existe y su conservación debe constituir constante obsesión para todos los gaditanos.


jueves, 5 de junio de 2014

Localizan las Cloacas Romanas de Cádiz



Una intervención arqueológica confirmó, el pasado mes de abril, que las galerías que se extienden bajo el barrio del Pópulo forman parte de las antiguas cloacas de Gades.


Cádiz, una de las ciudades más antiguas de Europa, de raíces fenicias, púnicas y romanas, está asentada sobre una base de roca ostionera, muy porosa y resistente, formada por acumulación de sedimentos marinos y que incluye fragmentos de conchas, entre ellas los ostiones. El subsuelo permanece prácticamente intacto, apenas ha sido excavado, por lo que aún encierra los vestigios de sus milenarios pobladores. La red de galerías que configura la ciudad subterránea ha sido utilizada para contrabando de tabaco y alcohol y como refugio durante la guerra civil. Muchos de los pozos de las fincas privadas, que conducen a las entrañas de la ciudad, fueron sellados hace años para disuadir a posibles intrusos y con el fin de evitar una cata arqueológica. La gente se creía el bulo, que circulaba entre constructores y promotores, según el cual si aparecía algo te paralizaban las obras de un edificio de forma indefinida o te expropiaban la casa, explica Germán Garbarino, gerente de la empresa Monumentos Alavista, dedicada a la gestión del patrimonio histórico, a Historia Nacional Geographic. Media ciudad está hueca por debajo.

En barrio del Pópulo, a excepción del Teatro Romano y del yacimiento arqueológico de la Casa del Obispo, y en otros barrios antiguos de Cádiz no hay nada excavado. Las últimas intervenciones arqueológicas han demostrado que, como decían los antiguos y las leyendas urbanas, hay túneles excavados en el interior de la roca natural, revela Germán Garbarino, que lleva quince años investigando el subsuelo de Cádiz.

En 2011 adquirimos una finca en el número 6 de la calle Obispo José María Rancés que alojaría el complejo Hotelero Turístico El Pópulo, que incluirá quince apartamentos y una recreación milimétrica de unas termas romanas en la planta baja y en el sótano. En el centro del patio nos encontramos un pozo del siglo XVIII  cegado de escombros hasta una profundidad de seis metros. Los pozos de marea son muy típicos en Cádiz. Se excavaban en el propio suelo y llegaban hasta la roca natural, aproximadamente a unos 15 metros de profundidad. La marea sube y el agua se filtra por debajo de la ciudad y cuando baja llena estos pozos. El agua se filtra en la roca natural porosa y pierde parte de su salinidad, pero no es potable. Estos pozos se utilizaban para limpiar los suelos o para la construcción, pero quedaron en desuso y se rellenaron con los desperdicios de las obras, añade.


La profundidad del pozo se interrumpe a los seis metros de profundidad y llegado a este punto se abren dos aberturas en sus muros, opuestas entre sí, que corresponden a única galería abovedada, que fue construida muchos siglos antes que el pozo y que corre en ambas direcciones. Por el centro discurre un canal flanqueado por dos pasos que permitían desplazarse por el interior. Los detritos que bloqueaban los accesos, que incluyen fragmentos de época romana, han permitido fechar esta estructura subterránea en el siglo I a. C. La intervención arqueológica realizada el pasado mes de abril ha demostrado que esta canalización forma parte de las antiguas cloacas de la Gades romana. Los expertos han descartado la posibilidad de que corresponda al sistema de conducción de agua potable.

El tamaño medio de la cloaca mayor tiene cuatro metros de altura, tres de anchura y se localiza a una profundidad de unos seis u ocho metros por debajo del nivel actual de la ciudad. El tramo que hemos excavado mide aproximadamente 1,30 metros de altura y 80 centímetros de anchura, aunque la parte que se dirige al Teatro Romano describe una pendiente y se va haciendo cada vez más alta y más ancha. Mi teoría es que construyó antes que el Teatro Romano. En la zona debieron haber viviendas u otro tipo de edificios que se derribaron  para construir el Teatro Romano, en el siglo I a. C., incluido este tramo de cloaca, que debió quedar en desuso durante siglo, afirma Germán Garbarino.  


En el solar de la finca, que ocupa una extensión de 300 metros cuadrados, también se han hallado fragmentos de mármol de época romana e incluso unas grandes basas sobre las que se apoyaban unas columnas que, según los expertos, pudieron alcanzar una altura de 15 ó 16 metros y que probablemente corresponden al antiguo pórtico del Teatro Romano. Cádiz todavía esconde muchas sorpresas. Todo este patrimonio ha permanecido oculto durante siglos, pero ya hemos localizado más de quince entradas subterráneas y tenemos un proyecto futuro para ponerlas en valor y que la gente pueda visitarlas, anuncia Germán Garbarino.  

lunes, 31 de marzo de 2014

Plaza de Fray Felix: PATIO GÓTICO MUDÉJAR





Es una de las escasas muestras de arte cristiano medieval en la ciudad. Forma parte del conjunto de la Catedral Vieja, se trata de una obra de estilo gótico-mudéjar, el patio está rodeado de cuatro crujías y dos cuerpos, el inferior con columnas y capiteles de moño que sostienen arcos rebajados, y el segundo con arcos peraltados. Era parte del antiguo colegio de la Santa Cruz, destinado a la educación de los seises y acólitos de la Catedral.

viernes, 7 de marzo de 2014

Plaza de Fray Felix: Ventana Gótica





Las construcciones que rodean a la plaza de Fray Félix demuestran la antigüedad del lugar. Anterior al saqueo de 1596, es la Casa de la Contaduría, que incluye la torre-campanario de la Iglesia de Santa Cruz, su portada es de estilo marienista.

El colegio de Santa Cruz estaba destinado a la educación de los acólitos de la Catedral, algunos de sus ventanales son de inconfundible traza gótico-mudéjar, es el caso de ésta, una ventana geminada de arcos apuntados inscritos en un alfiz con decoración gótica.

Estas construcciones están en la actualidad en proceso de restauración.

sábado, 18 de enero de 2014

Cádiz Medieval: Arco de la Rosa


Se trata de una de las tres antiguas puertas que tenía el Castillo de la Villa, en Cádiz. Su denominación obedece a la pequeña capilla dedicada a la Virgen del Rosario o de la Rosa que se alzaba sobre ella. Originalmente su acceso se realizaba en eje acodado, a lo que obligaba la torre situada ante él, hoy desaparecida. Sobre el vano, que fue ampliado para permitir el paso de carruajes, defiende la entrada un matacán. Ante el arco se abría una pequeña plaza, denominada plaza de las Tablas, donde se montaban los patíbulos, desaparecida a finales del siglo XIX, cuando se configuró la actual plaza de la Catedral.

Por estar frente y dar paso al arrabal de este nombre, se la denominó Puerta de Santiago. Con notable diferencia, es la más alta y, por ella, entraba el Cabildo municipal cuando, como en la procesión del Pendón Real, con motivo de alzarlo en las proclamaciones de reyes, se formaba a caballo.

Los documentos que aluden a esta puerta sólo hablan de "la torre del arco" y, efectivamente, sólo debió tener una, fácilmente identificable por fuera y dentro de la edificación.

Es posible que, junto a ella, hubiese mayor fortificación, haciendo de barbacana, en la que mucho después de la conquista instalasen las atarazanas que citan algunas escrituras de daciones de censos por la plaza de Cardoso.

Esta puerta tenía su imagen, aunque no sobre ella, sino en la torre. Era de alabastro, movida de talla y graciosamente policromada. La que llegó hasta su desaparición , quizás sustitución de otra más antigua y de tipo arcaico, representaba a Nuestra Señora del Rosario, pero desde lo alto de su capillita callejera del muro, era tan venerada y tenida por milagrosa que la gente la denominaban de los milagros.

En 1618, el Cabildo Eclesiástico, iniciando una política contraria a la tradición de venerar imágenes en plazas y callejuelas, tan propia de nuestro pueblo, y amparándose en estar en continuo peligro de profanaciones e irreverencias, quiso llevarla en procesión a la Catedral, para que allí se le siguiera el culto. Enterados lo vecinos, recurrieron al Ayuntamiento y, trasladada ya, pretendieron autorización para labrar una capilla en la torre, con destino a tan popular y milagrosa imagen. Hubieron sus trámites y dilaciones. Incluso se nombraron a los Regidores don Francisco Fantoni y don Francisco de Lamadrid, para pedir limosnas con destino a la fábrica. Todo quedó en aguas de borrajas, a pesar de nuevas instancias de don Pedro González de Noriega, que capitaneaba a los vecinos.

La imagen de Nuestra Señora del Rosario de los Milagros, como se la denominaba, continuó y continúa en la Catedral Vieja, en la hoy Capilla del Sagrario (entonces denominada de los genoveses), sustituyendo a la Santa María de San George, que desde 1487 presidía el altar de esta nación y que, por ser de plata maciza, no dejaría de llamar la atención a las vandálicas tropas angloholandesas de desembarco del conde de Essex.

Algunos autores afirman que el nombre actual de Arco de la Rosa pudiera ser debido a algún individio de la familia de este apellido, que tuviera casa principal junto a él. Tal nombre, efectivamente, tuvo prosapia gaditana, puesto que hubieron regidores apellidados de la Rosa.

Quizás el nombre del arco no le llegó de unas casas, ni de una familia, sino de más arriba. Posiblemente, la imagen de los Milagros' fue sustituida por otra con el correr de los tiempos. Quizás existiera también de antiguo pero, seguramente, en 1761 existía una Nuestra Señora de la Rosa, advocación muy antigua en Andalucía, evidente alusión a la Rosa Mística, muy frecuente en la edad media como en la época visigótica lo fue la representación mayestática de la Madre de Dios con una manzana. Antigua o moderna, a mitad del siglo XVIII el arco de la plazuela se denominaba ya de la Rosa, por esta imagen ya desaparecida, y cuya pista, desgraciadamente, se ha perdido hasta la fecha.

En el año 1764, el capellán del Coro de la Catedral y administrador del santuario o capillita de Nuestra Señora de la Rosa solicitó poder hacerle camarín y capilla con frente a la plazuela de las Tablas, a lo que accedió el Ayuntamiento con tal de no variar la Cruz que por allí estaba. La obra debió emprenderse con brío y buen recaudo de limosnas, pues se terminó al morir el año. Cuando se pensó inaugurar el camarín trasladando a ella la imagen de la Virgen, el Cabildo Eclesiástico la hizo desaparecer del arco, instalándola en una de las capillas ya cubiertas de la entonces medio construida Catedral Nueva, que, según parece, fue la primera en abrirse al culto.

El padre Lipari y los vecinos protestaron de lo lindo. En un primer impulso, los regidores (puesto que la imagen y la muralla eran suyos), pensaron hacer causa suya las protestas. Tras ciertas negociaciones, en las que el Cabildo Catedral se mantuvo en sus trece, escudados en la evitación de escándalos, injurias y obscenidades que se habían cometido con anterioridad. También argumentó el Cabildo, que terminada la Catedral era preciso derribar la torre donde se estaba formando el camarín, para que la línea de la plazuela que se forma quedase recta.

Sin nuevas consecuencias, la cuestión revivió en 1776 y por 1794 se concede a censo a un tal don Macario del Campo el terreno que ocupaba en la rinconada de la plazuela de las Tablas la imagen de Nuestra Señora de la Rosa, que se halla colocada en el Convento de San Juan de Dios, última noticia que se tiene de la imagen.

 

miércoles, 15 de enero de 2014

Cádiz Medieval: Arco de los Blancos


El arco de los Blanco es un vestigio de una antigua puerta romana, originalmente fue conocido como Puerta de Tierra y se situaba inmediata al Castillo de la Villa (Cádiz), en el barrio del Pópulo en la ciudad española de Cádiz (España). Como ocurrió en el Arco del Pópulo, al vano original se fueron añadiendo distintas construcciones, que transformaron su aspecto primitvo. Sobre la amplia bóveda que conforma el pasadizo, la familia Bianco o Blanco, de la que toma la puerta su nombre actual.

La familia de Felipe Blanco levantó en el siglo XVII una capilla dedicada a la Virgen de los Remedios, sobre el arco principal, hoy desaparecida. El pórtico exterior, corresponde a la entrada principal o Puerta de Tierra de la villa medieval, con arcos apuntados, debió de ser construido al tiempo que el resto de la fortificación y la alcazaba. Daba acceso a las carnicerías reales, bajo cuyo solar se han localizado parte de las dependencias anexas a la escena del teatro romano de Gades, sobre los restos de éste. Sólo conserva la parte posterior, ya que su fachada debió de desmontarse en el siglo XVI para dar mayor anchura a la calle.



En su primera época se denominó Puerta de Tierra, porque quedaba frente a la goleta o istmo. Más tarde se la llamó de Santa María, por dar paso a este arrabal. La puerta estaba flanqueada por dos torres, desiguales. La del Sur era uno de los cubos del castillo que contiguo a ella existió (Castillo de la Villa).

Sobre ella existía una imagen de alabastro de Nuestra Señora de los Remedios, escultura de origen italiano, quizás de mitad del siglo XVI.

Careciendo de importancia militar la cerca o muralla de la Villa y sus puertas, al no encerrar sino una pequeñísima parte de la ciudad, este arco fue el que sufrió más el abandono, hasta el punto de amenazar ruina, por lo que tuvo que repararse seriamente en 1602.

Hacia 1621 la familia Blanco, una de las principales del comercio de Cádiz y que más tarde tuvo asiento en el Cabildo, solicitó autoriazación para labrar a su costa una capilla, al igual que se había levantado en la Puerta del Pópulo, edificando sobre la bóveda y entre los torreones.

La capilla quedó terminada en 1635, fecha que está indicada en el Ave María que existe en el frente que da a la Calle del Mesón Nuevo. Esta capilla se labró formando un tejaroz con espadaña, de modo que quedaba abierto a la calle de la Carnicería o de la Misericordia, en donde lo soportaban tres arcuaciones, descansando en ménsulas y columnas de mármol blanco.


La imagen debió quedar junto a la muralla, sobre el altar adosado a ella. Una sencilla balaustrada remataría el ámbito de la capilla, que limitaban por ambos lados las torres de la puerta. Para la Sacristía se labró un cuarto, gran parte de él ahuecado, por el revés de la muralla, que por esta parte es altísima y rebasa algunos de los edificios de la Calle de San Juan de Dios.

En 1642 se autorizó a don Felipe Marzón y Blanco, Caballero Regidor y patrono de este santuario, para que se le formase un balcón volado que llegase hasta la esquina del castillo o torre de la derecha, como ya se ha comentado con anterioridad.

El aspecto sería el de tantas y tantas capillas pensiles como hay por Andalucía: una capillita abierta a la calle con espacio poco más que suficiente para poder oficiar, y amplia balconada en donde poder colocar candelas y mariposeros.

Siendo de patronato particular, pocas referencias de ella existen en el Archivo Municipal de Cádiz, pero la simple visita hace comprender que, por la primera mitad del siglo XVIII hubo modificaciones de importancia: se colocó un retablo de talla, la imagen se sustituyó por otra de lienzo y en el hueco de la torre izquierda se hizo una capilla con retablo, dedicado a San Raimundo de Peñafort.

En el siglo XIX se prologó el tejaroz y se tapió la parte que da a la calle, suprimiendo el corredor y quedando el conjunto con el aire amazacotado que tenía hasta su desaparición. Hacia 1810 se le agregaron unas casas, en las que vivía el canónigo que disfrutaba la capellanía.